Todo docente se plantea en algún momento cómo conseguir o mejorar la motivación e involucración de sus alumnos, pero no siempre dispone de pistas sobre cómo conseguirlo. En este libro pretendemos ofrecerle algunas de las propuestas más estimulantes e innovadoras. El aprendizaje activo es una buena respuesta a este reto.
Poner el foco en la persona que aprende, recuperar la dinámica de juego e introducir la dimensión lúdica en el proceso de aprendizaje son factores que pueden cambiar el entorno educativo en todos los niveles, de la escuela a la universidad, y en el aprendizaje continuo para el desempeño profesional.
Este planteamiento implica una revisión del rol del docente. Deja de ser el que sabe y transmite, para ser el guía en la aventura de descubrimiento que supone el aprendizaje. Por tanto, tendrá que desplegar habilidades de facilitación, una forma distinta de dinamizar grupos de trabajo, que también es cada vez más necesaria en el entorno empresarial y en todo tipo de organizaciones.
Con la ayuda de expertos exploraremos las claves de una facilitación eficaz, que contribuya a que los equipos consigan sus objetivos por medio del consenso y el compromiso.
Vivimos en una sociedad activa. No somos ya espectadores, sino agentes de los procesos que nos rodean (internet, redes sociales, videojuegos, etc.). Debemos ser partícipes de nuestra educación, frente a la versión decimonónica de alumnos que reciben clases magistrales. El modelo decimonónico proporciona seguridad tanto al profesor como al alumno, pero impide a éste relacionar el mensaje recibido con su realidad cotidiana, con otras informaciones y con su capacidad para aplicarlo. Frente a este sistema está el del aprendizaje activo, que promueve el juego como forma de avanzar en habilidades como la creatividad, el establecimiento de conexiones, el ensayo previo de lo aprendido y el intercambio de procesos y emociones. El juego es el catalizador del aprendizaje, porque permite al cerebro reconocer patrones y ensayar permutaciones. El aprendizaje no es un proceso solamente intelectual, sino emocional. La parte emocional es la que actúa como estimulante para aprender. No somos poseedores únicamente de una inteligencia racional, sino también emocional, ejecutiva, etc. El juego es un buen modelo para integrar todas estas dimensiones de la inteligencia. La experiencia lúdica nos ayuda a aprender, pero sólo después de reflexionar sobre ella y sacar conclusiones. En esta parte es vital el papel del facilitador, que no es quien únicamente traslada conocimientos, sino que guía al alumno en el proceso de aprendizaje dentro de una interacción grupal. La facilitación tiende puentes hacia otras áreas, además de las del aprendizaje, o el desarrollo profesional o social. Por ejemplo, es muy eficaz en el desarrollo de equipos de alto rendimiento, en los que se analizan problemas, se identifican soluciones, se hacen propuestas y se preparan acciones. La actividad lúdica propuesta por el facilitador debe ser atractiva y apasionante, y debe permitir tratar contenidos, actitudes, aptitudes y estrategias. Debe llevar a desarrollar procesos, ensayarlos y ponerlos a prueba.
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Aprendizaje y facilitación
Gardner, Estructuras de la menteSternberg y O’Hara, Inteligencia y sabiduríaMarina, La educación del talentoMorin, Los siete saberesRobinson, Escuelas creativasMellander, El poder del aprendizajeKirkpatrick, Los cuatro niveles de evaluaciónDe Caluwé, Por qué funcionan los juegosThiagi, Conferencias interactivasTownsend y Donovan, El libro de bolsillo del facilitadorBens, Facilitación de equipos avanzadaWilkinson, Los secretos de la facilitaciónSchwartz, El facilitador expertoGrey, Brown y Macanufo, GamestormingDerby y Larsen, Retrospectivas ágiles